En el oriente no es raro encontrar elementos Zen, en primer lugar porque habla de la idea del mundo como todo y además como coadyuvantes en el tratamiento de problemas como el estrés, ansiedad y tensión muscular.
Al mismo tiempo es uno de los principales pilares en la meditación. Su origen así lo confirmaría al creerse que fueron instituidos hacia el año 710 después de Cristo en Japón donde eran construidos en los palacios para meditar y acercarse a su ser interior.
Raspando la vida
Formar surcos con la arena y el rastrillo es relajante. También es muy útil en procesos de meditación, tal y como se dijo al principio. Así mismo clarifica nuestra mente cuando necesitamos tomar una decisión muy importante.
Cuando se tiene una duda muy importante también se aconseja que el rastrillo vaya dando forma a la arena mediante nuestra mano. Así podremos encontrar la respuesta perdida o por otro lado las soluciones que tanto hemos anhelado.
Cómo se forman
Los Jardines Zen han mostrado su eficacia al mostrarnos que tenemos retos en la vida que no hemos tenido el valor de enfrentarlos. Los objetivos propuestos además encuentran su camino mediante la dirección de la arena y alrededor de las piedras.
Recordemos por último que funcionan muy bien como armonizadores de la energía en nuestros hogares. El evocar el agua mediante los surcos de arena hace que el Chi fluya adecuadamente por cualquier habitación y logremos la armonía entre cuerpo, mente y espíritu que tanto anhelamos.